El muro

“Podréis vencer pero nunca convencer” enunciaba una pintada en la madrileña calle Génova junto a la sede del PP. Meses antes algunos simpatizantes populares se congregaban en la plaza de oriente conmemorando el fallecimiento de Franco junto a un texto que expresaba: “de nostalgia morirán, pero nunca volverán”; mientras no muy lejos de allí, sobre la fachada de una céntrica comisaría se formulaba la siguiente petición: “Ayude a la policía, tortúrese”.

Citan las paredes que “debes comer mierda, porque un billón de moscas no pueden equivocarse”. O “que tanto fue el cántaro a la fuente que se sacó un bonobús”. En un muro de mi ciudad estaba escrito: “Alex estuvo aquí”, y bajo el texto el presunto aludido respondía: “mentira, nunca estuve”. En otro rincón anotaban “haz el amor y no la guerra” y un anónimo contestaba: “hago las dos cosas, llevo veinte años casado”.

“La droga produce amnesia y otras cosas que ya no recuerdo” versaba sobre una pared de mi clase; junto a este texto alguien firmaba en letras rojas “Sin ti, soy yo”. En otro rincón de la facultad alguien rubricaba "Cuando uno ve lo que han hecho las palomas sobre este banco, da gracias a Dios por no haber dado alas a las vacas". Y en los lavabos de la misma universidad un iluminado publicaba: “AVISO: Puedo llevar autostopistas chicas (chicos no). Estaré en la barra hasta las cinco. Preguntar por Raúl.”. Este mensaje lo divulgó un imbécil integral que seguía ignorando el más injusto de los apartheids: el de los aseos. En aquellos mismos servicios se podían leer los eternos divagares de estreñidos y aburridos: “Estas pintadas son un verdadero asco”; junto a sus respuestas: “Espera hasta haber probado el café de aquí”

Cuándo era un niño no comprendía pintadas como “Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases”. Hace muchos años escuché a Gabriel García Márquez decir que muchas pintadas tenían alma; y tras desterrar el absurdo y el disparate, comienzas a rescatar auténticos pedazos de filosofía, literatura y humanidad.