“Corre”, dijo la tortuga;
“Atrévete”, dijo el cobarde;
“Estoy de vuelta”, dijo un tipo
que nunca fue a ninguna parte;
“Sálvame”, dijo el verdugo;
“Sé que has sido tú”, dijo el culpable.
“No me grites”, dijo el sordo;
“Hoy es jueves”, dijo el martes.
Y tú no te perfumes
con palabras para consolarme.
Déjame solo conmigo,
con el íntimo enemigo
que malvive de pensión
en mi corazón;
el receloso, el fugitivo,
el más oscuro de los dos,
el pariente pobre de la duda.
El que nunca se desnuda
si no me desnudo yo,
el caprichoso,
el orgulloso,
el otro, el cómplice traidor.
A ti te estoy hablando, a ti,
que nunca sigues mis consejos.
A ti te estoy gritando, a ti,
que estás metido en mi pellejo.
A ti, que estás llorando ahí,
al otro lado del espejo.
A ti, que no te debo
más que el empujón que anoche
me llevó a escribir esta canción.
“No mientas”, dijo el mentiroso;
“Buena suerte”, dijo el gafe;
“Ocúpate del alma”, dijo
el gordo vendedor de carne.
“Pruébame”, dijo el veneno,
"ámame como odian los amantes".
“Drogas no”, dijo el camello,
“¿Cuánto vales?”, dijo el gángster.
A punto de rendirme estaba,
a un paso de quemar las naves;
cuando al borde del camino
por dos veces el destino
me hizo un guiño en forma de
labios de mujer.
¿Nos invitas a una copa?
Yo te secaré el sudor.
Yo te abrazaré bajo la ropa.
¿Y quién va a dormir conmigo?
"Ni lo sueñes", contestó
una indignada;
y otra, encantada,
no dijo nada y sonrió.
A ti te estoy hablando, a ti,
que nunca sigues mis consejos.
A ti te estoy gritando, a ti,
que estás metido en mi pellejo.
A ti, que estás llorando ahí,
al otro lado del espejo.
A ti, que no te debo
más que el empujón que anoche
me llevó a escribir esta canción.
“CORRE, DIJO LA TORTUGA “
(Joaquín Sabina)